Foto Miguel Ángel
Félix Población
Lo que más llama la atención de este nuevo espectáculo de
Intrussión Teatro, una compañía que ya lleva sobre los escenarios desde el año
2004, es la feliz idea de montar una dramaturgia crítica sobre la archisabida
frase que da título a la función (“Detrás de un gran hombre”), estrenada el
pasado sábado en el Liceo con mucho público en el aforo.
Es muy probable que no pocos de los espectadores que
acudieron esa noche al teatro estimaran, como gancho más atrayente,
el de esa buena idea, respaldada por la identidad de las tres mujeres
protagonistas: la escultora francesa Camille Claudel ((1864-1943), la escritora
y lingüista española Zenobia Camprubí (1887-1956) y la científica británica
Rosalind Franklin (1920-1958).
A las tres las ha unido, para conformar el libreto escénico,
el haber sido en los dos primeros casos amante y esposa de dos hombres tan
sobresalientes como el escultor Rodin y el poeta Juan Ramón Jiménez, en
menoscabo de sus propias trayectorias como escultora y escritora. En lo que
respecta a Franklin, la sombra proyectada sobre su obra científica derivó del
entorno masculino preponderante en su profesión.
Creo que las posibilidades de desarrollo de esa magnífica
idea teatral no se cumplen hasta el grado que cabía esperar. A ese taller de
costura en donde el autor pone en pie a sus personajes, le falta un texto más
convincente, en el que las tres mujeres mantengan unos papeles de más activa
reciprocidad en los diálogos, sin la pasividad a la que quedan relegadas
dos mientras la tercera hace la personal memoria de su sombra. Se echa de menos
ese nexo interactivo y una mayor hondura reflexiva en unos personajes que
deberían responder a su excelente formación artística, literaria y científica.
Esther Nácar (Camille), Manuela Vicente (Rosalind) y Lourdes Martínez (Zenobia) resuelven con entrega y convicción un trabajo actoral que de seguro se
pulirá con el rodaje del espectáculo, cuya dramaturgia y dirección firma
Roberto García Encinas, con música de Chema Corvo. Es de resaltar que, una vez
concluida la representación y después de los aplausos del respetable, las tres
actrices ofrecen como coda final el desenlace respectivo de las vidas que han
rescatado en el escenario del cuarto oscuro de la historia. La emoción
espontánea con la que en algún caso se hace ese último y necesario apunte, obliga a que haya en nuestra escena muchas más
ideas como esta de Intrussión Teatro.
Nuestra sociedad actual arrastra todavía buena parte de lo
que dejó el arte de Camille, la ciencia de Rosalind y la escritura de Zenobia en
una oscura sombra, por detrás del nombre de sus hombres.
*Crítica publicada también en La Crónica de Salamanca.
*Crítica publicada también en La Crónica de Salamanca.
DdA, XIV/3503
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