martes, 25 de julio de 2017

ELADIA GARCÍA PALACIOS Y SIETE MUJERES MÁS

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Las republicanas que fueron represaliadas y fusiladas en Gijón por el franquismo tendrán su homenaje en la ciudad. El equipo de Gobierno local se ha comprometido esta semana en la Comisión de Bienestar Social, Cooperación, Cultura y Educación a instalar una placa en el entorno del Museo Nicanor Piñole con los nombres de las ocho mujeres que fueron fusiladas en Gijón según los registros de la cárcel del Coto.
La propuesta surgió a iniciativa de la historiadora Enriqueta Ortega Valcárcel, autora del libro La represión franquista. Ejecutados y fallecidos en la cárcel de El Coto (1937-1949)
(SER/GIJÓN)
 Enriqueta Ortega Valcárcel, autora del libro
Félix Población

A propuesta de grupo municipal Xixón sí puede, el Ayuntamiento de la ciudad ha decidido colocar una lápida de homenaje y recuerdo a las ocho mujeres republicanas que fueron fusiladas por el franquismo, tal como consta en el libro de la historiadora  María Enriqueta Ortega Valcárcel La represión franquista en Asturias. Ejecutados y fallecidos en la prisión de El Coto (1937-1949). Han tenido que pasar casi cuarenta años desde la Constitución de 1978 y más de veinte desde la publicación del citado libro (1994), para que el Ayuntamiento gijonés -tanto tiempo gobernado por el Partido Socialista- homenajeara, entre otras víctimas, a quienes formaron parte de sus filas.

La lápida tendrá su emplazamiento en las inmediaciones del actual Museo Nicanor Piñole, sede en el pasado de la escula Asilo Pola, por haber sido una de las mujeres fusiladas directora de ese centro durante la guerra. Se trata de Eladia García Palacios, maestra de profesión, integrante de la Asociación de Trabajadores de la Enseñanza de la UGT y afiliada a la Agrupación Socialista (AS) de Gijón desde 1933. A partir del 21 de julio de 1936 ejerció como cocinera en la UGT, pasando a colaborar a después  con la delegación de Instrucción Pública del Comité de Guerra en la requisa de edificios religiosos para la organización de grupos escolares. En septiembre de ese año se hizo cargo del orfanato de niñas de la Fundación Pola y fue directora del Patronato San José. Formó parte de la última Comisión Ejecutiva de la AS de Gijón como secretaria femenina.

A la caída de Asturias en 1937, con la entrada de las tropas facciosas en Gijón en el mes de octubre, fue condenada a muerte en uno de los primeros consejos de guerra celebrados en el salón de actos del Instituto Jovellanos, donde muchos años después asistimos sus alumnos a los ejercicios espirituales nacional-católicos y a las pelis de El Gordo y El Flaco. Se la acusó de haber expulsado a las monjas del Asilo Pola, de realizar una labor perniciosa y criminal con las niñas, familiarizándolas con las ideas de libertad y emancipación, al tiempo que escarnecía a las autoridades y órdenes religiosas. También, de inculcar el odio al fascismo, efectuar lecturas diarias de formas asquerosas y llevar a las niñas a actos políticos en que ella actuaba. Eladia había organizado las expediciones de niños que fueron evacuados a la URSS, fue colaboradora del diario socialista Avance que dirigía javier Bueno y gozaba -segun la sentencia- de gran ascendiente en el Frente Popular, además de tener amistad con la familia de Belarmino Tomás. Fue ejecutada el 29 de diciembre de 1937, mientras que a su hermana Aurora, de 38 años y sastra de profesión, se le conmutó la pena capital por la de reclusión perpétua.

Además de Eladia García Palacios, fueron pasadas por las armas en el transcurso de la guerra: Ana Orejas, de 23 años, empleada de hogar, afiliada al Partido Socialista y enfermera durante el conflicto armado. Se la ejecutó el 9 de noviembre de 1937, junto a trece hombres, según documenta Marcelino Laruelo Roa, que gracias al testimonio del fraile que asistía a las víctimas especifica que eran cinco los disparos ejecutados: dos en la cabeza y tres en el corazón.
Teresa Santianes Giménez, hospitalizada desde el 5 de noviembre de 1937, fue fusilada también con 23 años, junto a cuatro hombres, el 21 de diciembre, pocas fechas antes de la noche de amor, noche de paz.
Anita Vázquez Barrancúa, de 27 años, natural de Avilés, militante del Partido Comunista y del Socorro Rojo Internacional, voluntaria en el frente de combate en el Batallón Máximo Gorki. Se la ejecutó el 16 de enero de 1938, un día en el que, junto a su sangre, quedó sobre la nieve las de otros veinte cadáveres de hombres.
Belarmina Suárez Muñiz, de 29 años, soltera, natural de Bocines (concejo de Gozón), acusada de ser militante de UGT y del Socorro Rojo Internacional, jefa de la cárcel de mujeres de Luanco. Ejecutada un día antes que la anterior.
Máxima Vallinas Fernández, de 42 años, viuda, natural de Villaviciosa y vecina de Ribadesella, fusilada el 25 de junio de 1938 junto a veinte hombres.

Un caso muy especial fue el de Juana Álvarez Molina, sin más delito que el de ser esposa de Luis Laruelo, obrero de la fábrica de sombreros de La Calzada, que había huido a Francia y era buscado por los propietarios de la industria -la potentada familia Paquet-, pues Laruelo pertenecía al sindicato El Fieltro, de la CNT, y había sido miembro de comité de control que se incautó y dirigió la producción de la fábrica durante la guerra. Cuenta Marcelino Laruelo que Juana, de 40 años de edad y madre de siete hijos -con lo mayores en el frente como milicianos y los pequeños de muy corta edad-, se aferró con tal fuerza a la barra del autocar que la trasladaba al lugar de ejecución en el cementerio de Ceares, que tuvieron que cortarle la mano con una bayoneta.
La última mujer fusilada en Gijón fue Estefanía Cueto Puertas, natural de Nueva de Llanes, con 40 años de edad, soltera.Era modista de profesión y vivía en Sotrondio. Pertenecía al PCE y decían de ella que había participado en la Revolución de Octubre del 34 y que había conseguido huir y exiliarse en Rusia, de donde regresó en Febrero de 1936, tras la victoria electoral del Frente Popular. También afirmaban los que la condenaron a morir que durante la guerra había sido una de las principales dirigentes comunistas y que había desempeñado la dirección de talleres de costura en Sotrondio, en Nueva y Posada de Llanes, y en Pola de Siero. El día de su ejecución se contaron veinte cadáveres. Fue el 29 de agosto de 1939, cuatro meses después de que el dictador proclamase el fin de la guerra y casí dos años más tarde de que entraran en Gijón sus banderas victoriosas al paso alegre de la paz.

DdA, XIV/3592 

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