jueves, 23 de marzo de 2017

SE LLAMA VALDEBEBAS POR VOTACIÓN POPULAR, NO FELIPE VI

Emilio Silva 
Otra mirada es posible

Hace unas semanas, la Junta Municipal de Hortaleza del ayuntamiento de Madrid abrió una consulta popular para que la vecindad tuviera la oportunidad de decidir si el Parque de Valdebebas, que todo el mundo conoce y llama con ese nombre, recuperaba ese nombre o mantenía el que cortesanamente le otorgó Ana Botella denominándolo Felipe VI.

De los 3.731 votos que emitieron los vecinos y vecinas del distrito el 67% portaba la voluntad de que el Parque recuperase su nombre popular y no el impuesto artificialmente por el PP. En ese momento algunos medios de comunicación cogieron la calculadora y empezaron a hacer porcentajes. El ABC  dijo que sólo la participación del 2% de los vecinos de Hortaleza iban a decidir el nombre de un parque tan importante. El País dobló la apuesta y dijo que la decisión había sido tomada por 0'1% de la población con derecho a voto de toda la capital del reino. La Razón titulo: "Lo que en realidad piden los vecinos de Valdebebas", que era de todo menos el cambio de nombre. Los intentos por ridiculizar la decisión popular no se detuvieron, aunque se calmaron.
Pero la monarquía española pasa por horas muy bajas y no está dispuesta a perder una plaza tan importante, a ver si se va a crear el precedente y van a descolgarse de calles, plazas, hospitales y recintos feriales los nombres de quienes no sudaron una sola gota para edificarlos y no pagan impuestos para construirlos.

La monarquía es imposición, es su fundamento, mantener una posición de fuerza ganada hace siglos mediante la guerra y la violencia, estirar durante siglos antiguas victorias. Por eso opera en los pasillos, sobre las moquetas, con llamadas, reuniones y gestiones a espaldas de la ciudadanía.
Había pasado un mes desde aquel sano ejercicio de ciudadanía que quiere dejar de ser súbdita y parecía que las aguas de las consultas populares seguían su cauce. Pero hace dos días la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, afirmó públicamente que no tenía la intención de cambiar el nombre del Parque, saltándose de un plumazo buena parte de su programa electoral en el que se prometía mayor toma de decisiones por parte de la ciudadanía. "Carmena no quiere quitar el nombre de Felipe VI del parque de Valdebebas", titulaba El País. La Junta Municipal de Hortaleza había decidido con los votos de Ahora Madrid y del PSOE elevar la decsión de la ciudadanía el Pleno de la ciudad para oficializar el cambio de nombre. Pocas horas después el PSOE se reúne y respalda lo hecho. Pero unas cuantas horas después el concejal socialista del distrito, Ramón Silva, declara que la consulta en verdad no era vinculante y propone que el parque se llame Felipe VI y Valdebas a la vez. Entonces llegó un concejal del PP, Fernando Martínez y lanzó una soflama diciendo que cuando su partido vuelva a tener las riendas de la ciudad la primera medida que tome será rendir la plaza y darle el nombre de Felipe VI; acabó gritando un ¡Viva el Rey! que parecía sacado de un sainete.
El Centro de Investigaciones Sociológicas dejó de preguntar
por la monarquía en octubre de 2011.
No sabemos lo que ha ocurrido en la trastienda de esa pequeña decisión, si la Casa Real ha movido algún hilo, ha dejado caer un comentario, ha llamado a un interpuesto o ha puesto mala cara. Lo que no es creíble es que Carmena "autorizase" sin discusión esa consulta y un mes después se oponga de esa manera a su resultado.
En ese parque diminuto para el destino de la humanidad, en esa aldea gala de una decisión soberana y cívica, se juegan muchas cosas. Los monarcas conocen el significado de ceder o perder un plaza, especialmente cuando la conquistaron hace siglos y han logrado sobrevivir al advenimiento de la democracia. Saben que si renuncian sin luchar a esa "marca" (de las de los marquesados) el pueblo se les puede envalentonar, se puede dar cuenta de que su poder no es real, porque es un invento actualmente simbólico. Y la monarquía española tiene memoria, recuerda que dejó de existir unos años a partir de abril de 1931 como consecuencia del resultado de unas elecciones municipales.
Veremos en qué queda este pulso entre una jefatura del Estado hereditaria que es una zona de sombra de la democracia y el aumento de la participación ciudadana en todo tipo de decisiones, que significa profundizar y fortalecer la rex pública.

DdA, XIV/3495

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