Félix Población
Desde hace unas semanas se publicitan por las redes sociales
unas sudaderas conmemorativas de la Revolución Rusa, coincidiendo con el
centenario del hecho. El lector recordará que hubo no hace mucho una imagen del
Che Guevara que adquirió la máxima difusión publicitaria en todo tipo de prenda
y objetos. Distanciados de lo que el guerrillero latinoamericano representó en
su día y faltos de información acerca del mismo, hubo jóvenes y no tan jóvenes que desconocieron
el significado de esa imagen, aun haciendo uso de un vestuario que la llevaba
impresa.
Desconozco el éxito que están teniendo las camisetas que
presentan la triple imagen de Marx, Engels y Lenin, identificativa de la
Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, pero podría recorrer similar trayectoria a la del Che a
pesar de libros divulgativos tan útiles como este de María Teresa Largo Alonso,
más baratos de precio que una de esas sudaderas y, sobre todo, mucho más útiles. La también llamada revolución
soviética fue el episodio más decisivo del siglo XX en la historia de la
humanidad. Permitió vislumbrar la posibilidad de un régimen más justo e
igualitario, si bien –tal como nos la presenta mi recordado y admirado Nikita Mijalkov en Quemado por el sol (1904)-, muchos de los
hombres y mujeres que participaron en ese gran ensayo revolucionario fueron
quemados por el sol de la revolución, tal como se consigna en la dedicatoria
del film a los héroes más o menos anónimos de la misma.
El nuevo régimen logró grandes avances sociales, económicos
y culturales, tal como sostiene la autora, hasta el punto de conseguir que Rusia
pasara de ser un país sumido en un atraso secular a convertirse en una gran potencia
tras la Segunda Guerra Mundial, si bien el coste humano para ello fue incalculable.
En los años treinta tuvieron lugar los llamados procesos de Moscú, que Mijalkov
refleja en su película, y revelaron la modificación experimentada
por los objetivos revolucionarios. El personaje de Kótov sirve a la
historiadora para sacar conclusiones a su libro. Este antiguo combatiente del
Ejército Rojo, pese a defender a Stalin, al PCUS y a los campesinos
koljosianos, termina conducido por un antiguo oficial del ejército blanco,
reconvertido en agente de NKVD, hasta el paredón de fusilamiento.
También podría servir como ilustración otro personaje
literario, el de Vida y destino, la obra de Vasili Grossmann. Se trata de un
investigador que ve en peligro su trayectoria profesional en los años de Stalin
y se expresa en estos términos: “No te olvides de que Stalin es el comandante
supremo de un ejército que combate contra el fascismo. Tu abuela confió en
Stalin hasta el último día de su vida, nosotros vivimos y respiramos gracias a
Stalin y al Ejército Rojo."
Bastaría con leer los capítulos dedicados al cambio que la Revolución Rusa supuso para el mundo y la difusión internacional que logró en los primeros años, así como el epílogo de este libro, donde se
analizan las diversas interpretaciones de los historiadores marxistas y
liberales, para que quienes puedan sentirse seducidos por la vestimenta de las
sudaderas revolucionarias tuvieran un sucinto conocimiento del importantísimo
episodio histórico que llevan sobre la piel. Olvidarlo o desconocerlo, como
quienes vistieron al Che sin saber nada de su identidad, sería un peligroso avance más hacia la amnesia histórica, de tanto riesgo para el porvenir del ser humano como la grave enfermedad que nos priva de nuestra memoria.
*Largo Alonso, María Teresa
La revolución rusa. La fábrica de una nueva sociedad.
Los libros de la catarata, 2017.
191 páginas.
DdA, XIV/3475
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