miércoles, 2 de noviembre de 2016

UNA LÁPIDA DE MADERA PARA MAX ESTRELLA (PACO ALGORA)


Fotografía: ILDEFONSO OLMEDO
 
Hace muchos años, y cuando Paco Algora formaba parte de Goliardos, este Lazarillo tuvo oportunidad de conocerlo. Ya entonces tenía esa peculiar voz ronca que contrastaba con la ingenuidad de su expresión facial. Hablamos poco entonces, porque yo era un adolescente admirador de aquel teatro en los márgenes de la cultura imperante, que apenas se atrevía a desinhibirse ante aquellos esforzados de la escena independiente. Creo recordar que el espectáculo se llamaba Historias de Juan de Buenalma. La representación tuvo lugar en el teatro del colegio Corazón de María de Gijón y este Lazarillo vivió allí como espectador una de sus primeras grandes emociones teatrales, de esas que permanecen para toda la vida. Al enterarme de lo que hoy escribe Idefonso Olmedo he sentido una inmensa tristeza, porque a Paco Algora le debo, entre otros grandes actores, que el teatro siga siendo para mí una pasión permenente e inagotable. Creo que Algora hacía de ciego narrador en aquel montaje. ¿O no? Su último papel en vida propia ha sido el de Max Estrella.
ILDEFONSO OLMEDO
El Mundo
Un cura y una artista enferma fueron sus dos últimos asideros a esta vida. Antonio y María. Los dos, en ese camino quijotesco de Sancho que eligió para estar y apartarse a la vez de este mundo, eran de verdad los únicos amigos que cuando se le acercó la Parca, le abrían las puertas de su casa y le ponían un plato caliente en la mesa. Y hablaban y hablaban... Así murió, también por un fulminante tumor, el difunto Paco Algora en Vejer. Arriba, en el cerro gaditano. Y allí, en este día de todos los muertos, se sigue escribiendo el epílogo, en clave de puro esperpento, del bueno de Paco. El actor refugiado en la calle de la Misericordia, con su biblioteca y sus alumnos de teatro.
Algora representa como nadie la penuria de ser y morir actor en España. Cómico de la lengua, decía él. Cientos hay que pasan necesidad en estos tiempos, mas ninguno como Paco. Una figura humana cuya dignidad ha sido vilipendiada, susurraba a este periodista otro vejeriego que le tuvo gran efecto. ¿Por qué? Le prometieron entierro pagado y lápida. Y ni uno, pues su sepelio sigue sin hacer frente el Ayuntamiento de Vejer, ni otra ha tenido. Una tabla de madera enluce su sepultura con un poema elegido por los amigos ("Paco Algora 1948-2016: Sólo en el silencio hallaremos/ el manantial que subyace/ en lo hondo de la esencia/ de nuestros carnales trajes"), que andan ráscandose el bolsillo ante la racanería municipal. Una colecta ha sido necesaria para pagar su lápida, en mármol, ante los impagos del alcalde a la funeraria.
No es película, ni teatro. Dijo el alcalde, al morir Paco, con título de vejeriego de adopción desde 2015, que nada faltaría en el adiós a vecino tan ilustre... y pobre. Con él aún de cuerpo presente anunció más: pondría su nombre a una Escuela Municipal de Teatro. Después, el munícipe -donde dije digo digo Diego- aireó que su impago, su falta de palabra, era porque había tenido conocimiento de "la cuenta corriente de Paco Algora". Miserias. Y así, con lengua de serpiente, se sintió liberado de palabra dada y compromiso.

¿Descanse en paz Paco Algora? No le dejan. Religioso hasta el tuétano y con una fe inquebrantable en el teatro (su sacerdocio para él), algunos de los más de cien pupilos a los que pretendió contagiar el virus sagrado del teatro le recordaban en las horas de su muerte como el personaje valleinclaniano de Max Estrella. Él se soñaba a si mismo reencarnado por las calles de Vejer como un monje que, según alguien le contó con palabras que él dio por verdaderas, había sido en una vida anterior. Por eso buscó para su refugio el pueblo de las cobijadas; por eso eligió como morada una celda en la calle de la Misericordia.
Piden sus amigos que en el réquiem por el hombre que fue fraile/bandolero en la serie Curro Jimémez quede escrito que no sólo lo mató un fulminante tumor. Que a Paco lo venían matando otras muchas cosas: los penosos años de exilio forzado en Vejer de la Frontera, los descuidos y olvidos de sus amigos y compañeros de profesión, la mentira, la ambición y la maldad de este mundo. También que él siempre vivió entre la resistencia y la esperanza, hasta el último aliento de vida.
Paco siempre tuvo una gran ilusión. Su oficio. Bastaba escucharlo recitar, con voz grave y rota como su nariz, para darse cuenta de que no se aprende todo en las escuelas oficiales de teatro sólo. Él lo llevaba dentro, y también lo aprendió de grandes como Fernando Fernán Gomez. Lamentaba ver cómo muchos de la vieja escuela, como al mismo Paco le ocurrió, terminan en la indigencia y llevándose con ellos el gran tesoro. Por eso Algora eligió su destino: "Decidí consagrar mi vida al aprendizaje de este duro y maravilloso oficio: cómico de la lengua. Nunca cortesano al servicio del poder y del dinero. Ahogado por la falta de libertad en la cultura oficial y apenado por el desamor circundante al oficio en los medios, me vi obligado a exiliarme. En cuanto al cine, fue prescindiendo de mis servicios, arrinconándome en el olvido". Para saber más quedan sus libros y ese runrún de los amigos que han hecho colecta para pagar una lápida de mármol que es lo mínimo que Paco, y cualquiera, se merece. Otra vez no se le puede dejar tirado.
A continuación, otros datos para entender el Réquiem del actor: el 54% de los actores españoles no trabajó un solo día en su profesión entre 2014 y 2016.Y de los que trabajaron, el 30% percibió menos de 600 euros anuales. Paco ni eso. En un estudio reciente, elaborado por la Fundación AISGE, que incluía 3.282 encuestas a actores, un tercio de los encuestados se situaba con ingresos por debajo del umbral de la pobreza. Entre los parados, casi el 70% no percibía prestación o ayuda alguna. Paco Algora llegó a pasar hambre. Si al morir, su cuenta bancaria no estaba vacía es porque había empezado a cobrar una pensión unos pocos meses antes. Cuando el alcalde de Vejer se sintió eximido de cumplir su palabra alegando que había podido ver "la cuenta corriente de Paco Algora", se refería a 3.400 euros resultados de varios pagos de la pensión. Eso era todo.
También queda pendiente el futuro de la gran biblioteca que Algora llegó a tener en su casa/celda de la Misericordia. Su madre y su hermana, única familia que le sobrevive, querían cumplir los deseos del actor de donarla al pueblo de Vejer.

DdA, XIII/3375

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