lunes, 14 de noviembre de 2016

ROBAN LA PLACA QUE DA MEMORIA A LOS NIÑOS DE LA GUERRA EN GIJÓN

Félix Población

He dicho en repetidas ocasiones que como gijonés y republicano -aunque este sentimiento debería afectar a cualquiera que reparara en aquella circunstancia con un mínimo de sensibilidad-, no hay en la Guerra de España episodio que más me pueda conmover -dejando aparte los de la propia y homicida cruentitud del conflicto- que el de cientos de niños saliendo del puerto de Gijón con destino a la Unión Soviética en 1937, antes de que la ciudad fuera conquistada por el ejército golpista en octubre de ese mismo año. 

Hay imágenes, como la que ilustra este comentario, que son sumamente elocuentes. Si los padres de esos niños tomaron esa decisión fue porque su vida y su porvenir no estaban asegurados en la tierra en donde nacieron y empezaron a recorrer los senderos de la vida en la etapa más decisiva de su existencia. Asturias estaba muy significada en la agenda de los generales felones por su reiterada resistencia: primero, contra el bienio negro republicano con la revolución de 1934, y después contra el mismo general que participó en la brutal represión de aquella revuelta. 

Parecía más que previsible, pues, que la conquista de la región por las tropas franquistas se saldara -como así fue- con una dura represión. Los partes de guerra del Ejército franquista hablan desde el principio de «operaciones de limpieza y policía». El parte oficial del estado mayor de Franco cifraba en 6.000 los prisioneros hechos el 22 de octubre -un día después de la entrada de los vencedores en Gijón- , cifra que ascendió ya a 15.000 al día siguiente y que se incrementaría en fechas sucesivas. En todas las localidades se improvisaron cárceles. En Sama, el teatro Manuel Llaneza y la Casa del Pueblo de los socialistas; en Oviedo, La Cadellada fue convertida en campo de concentración; en Avilés hizo las mismas funciones la fábrica de La Vidriera y la Quinta Pedregal; en Gijón, la plaza de toros, El Coto, La Algodonera, el Cerillero... 

Desde noviembre de 1936 hasta diciembre de 1950, el total de ejecutados en Oviedo fue de 1.376. En la cárcel de El Coto de Gijón, desde el 30 de noviembre de 1937 al 19 de diciembre de 1949, el número de fusilados fue de 1.246. Sumados los muertos en Camposancos y otros campos de concentración en Galicia, los fusilados en Luarca y en otras localidades, y los cientos de muertes irregulares, el total pudo rondar los 4.500 (Javier Rodríguez Muñoz, «La represión franquista: paseos y ejecuciones»), cifra que dobla la consignada por el general franquista Ramón Salas Larrazábal («Pérdidas de la guerra») para el mismo concepto.

Por todo eso y por lo que para la memoria de la ciudad de Gijón, de Asturias y de España representa la escultura de Vicente Moreira inaugurada en diciembre del año 2005 en la playa de El Arbeyal, como homenaje a los denominados "niños de la guerra", resulta ignominioso que unos vándalos hayan pretendido borrar lo que supuso ese episodio de nuestra historia robando la placa donde se consigna el mismo, que nunca más debería repetirse y nunca se alojará en el olvido de quienes lo consideren con un mínimo de sensibilidad. 

DdA, XIII/3386 

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