Lazarillo
"No está ya en el PP y no tenemos nada que comentar". Habiendo sido esta la respuesta dada por la dirigencia del Partido Popular hace unos días, con carácter oficial, sobre la senadora Rita Barberá, reciente y repentinamente fallecida en un hotel de Madrid, y siendo esta declaración un comentario sobre el proceso judicial a que estaba siendo sometida, es de una desvergüenza extrema que ministros y altos cargos del partido gobernante atribuyan directamente a una cacería política su mal estado de salud, que habría desembocado finalmente en su fallecimiento. Olvidan quienes así hablan que casi todo la cúpula del PP había tendido un cordón sanitario en torno a la persona de la señora Barberá, tal como se advirtió en las últimas imágenes que tenemos de ella, razón por la cual la familia de la exalcaldesa de Valencia ha desestimado con muy buen y significativo criterio la presencia de políticos en su funeral, dolida sin duda por el trato que le ha dispensado en los últimos meses el partido del que era militante desde la etapa de Alianza Popular, hace cuarenta años, y del que fue obligada a irse. En los viejos tiempos era muy popular entre los guajes el jugar a los
colmos -apunta mi estimado Goti del Sol-, dichos que trataban de establecer cual era el colmo de alguna
cosa. Uno de ellos determinaba que el colmo del cinismo consistía en
echarse una ventosidad en un velatorio y cargar con la culpa al muerto.
Desde ayer, la postura del Partido Popular en relación al fallecimiento de Rita
Barberá compite seriamente con el viejo axioma.
Léase+@Los últimos días de Rita Barberá. ELDIARO.ES
DdA, XIII/3395
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