Juanmaría G. Campal
La Crónica de León
La Crónica de León
Dudo sobre si asisto a las declaraciones de los procesados en las
causas Gürtel –Correa, que reivindica el políglota villano–, Tarjetas
‘black’ de Bankia, Púnica, etc., impávido o directamente alucinado.
¿Cómo voy a poder asistir impertérrito a tal espectáculo de descaro y
desvergüenza, de cinismo y sobradez –petulancia o engreimiento– de unos y
otros?, ¿cómo tanto insulto a la decencia y honradez no me conmueve a
la más humana y digna cólera? ¿Habré sido seducido por periódica
dosificación de indiferencia, cuando no ejemplaridad, aun sea secreta, a
que tanta perpetración criminal me parezca normal? Sin duda. Ha sido
tanta, tan continuada, tan de vario origen la corrupción que asola esta
Nación que se ha acabado haciendo habitual contar con ella en este
deshacerse lo común, lo por muchos conquistado para todos, en beneficio
de unos pocos a los cuales, por años, se ha mostrado como modelos a
seguir en busca del éxito, del triunfo vital en la nueva España, tan
vieja ella. ¿Cómo se iba, cómo se va a apoyar una educación en el
comportamiento propio de un buen ciudadano, en sus cualidades y
derechos, cuando lo que se pretende es el mayor arraigo de la
cleptocracia –gobierno en el que prima el interés por el enriquecimiento
propio a costa de los bienes públicos, que fija la RAE–, eso sí, bajo
el nombre de democracia?
Mientras, ¡ay, pena y rabia!, se nos informa con la mayor naturalidad, en la seguridad de que la mala ya no tan nueva no provocará reacción alguna ni en los mismos afectados, de que la pobreza severa –ingresos mensuales inferiores a 334 euros– alcanza ya a más de 3.500.000 de compatriotas –¿convendrá citar aquí tan alto concepto como ‘patria’ cuando sólo afecta al 7,6% de la población?– y que casi 13,5 millones de españoles están en riesgo de pobreza y exclusión social. A mayor abundamiento, que no faltará quien llame demagogia, he de indicar que el número de niños en situación de pobreza severa en España entre 2014 y 2015 ha aumentado en 80.000, llegando a 1.388.474 niños.
Mas no pasa nada, a la vista y urnas salta. Se ha decretado el sálvese quien pueda. Si uno pone la oreja, puede llegar a oír nítidamente un clamoroso ¡que se jodan! Y no es esto lo peor, lo peor es la soberbia extendida por doquier. La pobreza no es tenida por circunstancia adversa e injusta de la vida, no se le busca la injusta causa para corregirla, sino que se oculta como estigma, cual mácula vergonzante. Mundo al revés. Los ladrones se vanaglorian y sus víctimas se avergüenzan.
Mientras, ¡ay, pena y rabia!, se nos informa con la mayor naturalidad, en la seguridad de que la mala ya no tan nueva no provocará reacción alguna ni en los mismos afectados, de que la pobreza severa –ingresos mensuales inferiores a 334 euros– alcanza ya a más de 3.500.000 de compatriotas –¿convendrá citar aquí tan alto concepto como ‘patria’ cuando sólo afecta al 7,6% de la población?– y que casi 13,5 millones de españoles están en riesgo de pobreza y exclusión social. A mayor abundamiento, que no faltará quien llame demagogia, he de indicar que el número de niños en situación de pobreza severa en España entre 2014 y 2015 ha aumentado en 80.000, llegando a 1.388.474 niños.
Mas no pasa nada, a la vista y urnas salta. Se ha decretado el sálvese quien pueda. Si uno pone la oreja, puede llegar a oír nítidamente un clamoroso ¡que se jodan! Y no es esto lo peor, lo peor es la soberbia extendida por doquier. La pobreza no es tenida por circunstancia adversa e injusta de la vida, no se le busca la injusta causa para corregirla, sino que se oculta como estigma, cual mácula vergonzante. Mundo al revés. Los ladrones se vanaglorian y sus víctimas se avergüenzan.
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