Lazarillo
Por ser quien fue y es, por lo que dice en las actuales circunstancias que vive este país -pendiente de unas terceras elecciones- y por ser este el último artículo que firma Julio Anguita en Mundo Obrero después de doce años -tal como él mismo explica al término del mismo-, le parece a este Lazarillo oportuno insertarlo en este modesto DdA. Es muy significativo el titular que el autor ha querido darle: Lo que nos da sentido. Y también es preciso subrayar lo que Anguita señala al término de su artículo como dos carencias fundamentales que deben ser corregidas en el mensaje de la izquierda transformadora para los próximos comicios:
"La rotundidad y claridad en designar,
describir y definir al enemigo. Éste no es solamente unas siglas o unas
organizaciones sino las ideas, valores, políticas y actos que impulsan.
Nosotros combatimos determinadas visiones del mundo que llevan
aparejadas prácticas, programas y políticas contrarias a los intereses
de la mayoría social. Combatir el neoliberalismo e intentar superarlo es
asumir que éste está representado por más siglas que las del PP. En
esta hora de la crisis sistémica y de modelo económico Keynes no puede
ser erigido como panacea.
Nuestro silencio sobre la UE es
clamoroso. Es aquí donde se necesita un mensaje claro y rotundo. Yo no
pido desde estas columnas la salida del euro (cosa de la que soy
ferviente partidario) sino simplemente y para abordar el núcleo duro de
los problemas, la iniciación de un debate, un análisis, un acercamiento a
las causas, orígenes y consecuencias de la UE actual. Todo menos el
silencio que termina por hacerse connivente con la situación".
Julio Anguita
Quiero hacer dos aclaraciones previas al desarrollo de mi exposición. La primera es que al decir nos o nosotros,
me estoy refiriendo a las personas –militen o no en colectivos de
diversa índole- que en esta hora están dispuestas a afrontar de manera
asociada y organizada la tarea del Cambio social en nuestro país y
además con vocación de generar redes y acuerdos internacionales en pos
del mismo objetivo. En consecuencia, no me refiero sólo al PCE, IU o
Unidos Podemos sino también a quienes -estén donde estén- siguen
pensando en que se impone lo que en otras ocasiones he denominado la
Construcción de la Alternativa a la realidad que padecemos la mayoría.
La segunda precisión hace referencia a
que este escrito no ha sido concebido fuera de las experiencias más
inmediatas y cercanas. Al contrario, se incardina en la “decepción”
tras el 26-J y también en la pérdida de pulso, apatía y anomia en la
que, de manera generalizada, los sedicentes partidarios del Cambio nos
hemos instalado tras las últimas elecciones. E incluso mucho antes, a
juzgar por reticencias, resistencias y concesiones a la “opinión publicada”.
También tengo presente la apuesta que a la desesperada están haciendo
Sánchez y su equipo de dirección por aparecer, cara a unas probables
elecciones, como la única oposición firme al PP.
Es lógico que los lectores esperen un
análisis -siquiera somero- o un comentario acerca de los resultados del
26 J. Les anticipo que no será así. Y no es porque el autor de estas
líneas carezca de opinión sobre tal cuestión sino porque en estos
críticos momentos, el debate sobre la propuesta, política y
organizativa, cara a la inmediata puesta en marcha de la acción
planificada, debe prevalecer frente a cualquier otra discusión que nos
paralizaría, habida cuenta de los aspectos negativos de nuestra cultura,
tantas veces verificados en la experiencia. Creo, además, que el
debate, el diálogo, la discusión sobre objetivos concretos, metas,
alianzas y programas, seguidas del necesario acuerdo, es la mejor manera
de crear una atmósfera de serenidad para la corrección de errores tanto
en el diseño de las políticas como en la puesta en práctica de las
mismas.
Mi exposición se basa en tres objetivos a
desarrollar y en una serie de comentarios y precisiones sobre el
espíritu, las maneras y la filosofía política que debe enmarcarlos.
Considero que la Confluencia Política es
una meta, un método, un proyecto y un marco de trabajo político a los
cuales no debemos renunciar. Pero, desde luego, no puede entenderse como
Convergencia lo habido hasta ahora: una simple yuxtaposición de siglas
hecha con prisas y agobios por la premura del tiempo electoral. En la
actual convergencia política, son todos los que están pero no están
todos los que son (siglas políticas, colectivos, plataformas y personas a
título individual). Y aún más, la Confluencia no conseguirá su objetivo
político – social (crear un Contrapoder) si las militancias partidarias
y los demás no aprenden a trabajar en común, en la elaboración de
propuestas programáticas, el diseño y la organización de campañas y
movilizaciones, la discusión serena de objetivos: finales, parciales y
aplicados al territorio más inmediato. Y todo ello implica un esquema
organizativo flexible pero claramente marcado en sus líneas definitorias
e incuestionables.
La Confluencia Política por sí sola
puede erigirse en una fuerza electoral importante que sirva para dirimir
las cuestiones institucionales y sesgar determinadas políticas hacia
los intereses mayoritarios. Eso sin duda es importante, pero a la luz
del proyecto que confesamos defender es totalmente insuficiente. Se
impone también la consecución de la Confluencia Social, es decir la
creciente sintonía en programas que sean la base común de las
reivindicaciones que dieron origen a asambleas, plataformas,
movimientos, etc. Junto a ello es necesaria la sintonía en la
organización de movilizaciones, el carácter de las mismas e incluso los
métodos, lenguajes y actitudes para que sean entendibles por la inmensa
mayoría sin la cual el Cambio nunca será posible. Considero fundamental
que sindicalistas y organizaciones sindicales que inequívocamente asuman
el planteamiento de la creación del contrapoder se incorporen a esta
tarea que trasciende siglas, culturas y experiencias. Este objetivo de
la Confluencia Social no puede ser abordado desde los integrantes de la
Confluencia Política como tales. Debe ser asumido desde las fuerzas
sociales que luchan pero que aún no han sido capaces de superar la etapa
de luchas aisladas, esporádicas y más o menos voluntaristas. El enemigo
a batir nos enseña, cada día y en su práctica, todo lo contrario.
Es prioritario que tanto la Confluencia
Política como la Social consigan el Consenso de la mayoría social. Sin
ese consenso las propuestas, los objetivos y los esfuerzos organizativos
se perderán y diluirán en la nada. Ninguna época de crisis, pero ésta
especialmente por ser sistémica, puede ser contestada y superada
favorablemente para la mayoría sin el concurso y aquiescencia expresa
y/o tácita de esa mayoría social. Una mayoría social que está definida
por las condiciones objetivas de su existencia, aunque subjetivamente
esté fraccionada ideológica, política y culturalmente. Pasar de la
subjetividad a la objetividad no es cuestión de discursos, slogans, pedigrís
revolucionarios o análisis vanguardistas sino la tarea permanente de
explicar, concienciar y superar con métodos y lenguajes nuevos la
abducción que una parte de la mayoría social sufre por parte de las
ideas reaccionarias y neoliberales. En ese sentido, el consenso es
también hijo de las otras formas de hacer política, el valor del ejemplo
y las nuevas maneras de ejercer el trabajo institucional y el de base
social.
Lo anterior, que someramente he
expuesto, es un plan, un proyecto de trabajo que necesita para ser
abordado una serie de premisas políticas, ideológicas y de actitud
frente a la situación presente. Las enumero de manera indiciaria a causa
del espacio de que dispongo.
La primera estriba en salir de esta
indolencia hija del 26-J. Setenta y un diputados bien organizados y
pateando sus circunscripciones de manera permanente es algo muy a tener
en cuenta, sobre todo por la plataforma de más de cinco millones de
votos que nos sustenta. Si se trabaja bien y sin concesiones a la
“imagen” predeterminada por los medios de comunicación, se sentarán las
bases de futuros y decisivos avances institucionales, sociales y de
ampliación del consenso.
No nos engañemos, para producir el
Cambio no podemos confiar en alianzas fijas y estratégicas con las demás
fuerzas políticas homologadas por el sistema. Solamente son posibles
determinadas ententes en asuntos concretos y esporádicos. El discurso
consistente en asimilar el actual PSOE con la Izquierda es erróneo, va
contra nuestro proyecto estratégico y además la realidad y la memoria se
encargan de negarlo. Lo coyuntural no puede ser elevado a la categoría
de sólida directriz de trabajo o de discurso propositivo.
No agüemos nuestro mensaje. Somos lo que
somos. Queremos lo que queremos. Y desde esa posición manifestada sin
complejos planteamos, proponemos a la mayoría una propuesta de trabajo
para ir cambiando, con ella, la realidad. Nuestro problema consiste,
muchas veces, en que entendemos la radicalidad como sinónimo de
expresiones y palabras duras y con voluntad de enmarcar nuestras
acciones en una épica que nunca, históricamente, ha sido así. El
tremendismo suele ocultar falta de sustancia. Un lenguaje mesurado,
convincente y directo, junto con una práctica ejemplar, hacen cambiar y
variar los prejuicios más consolidados si, además, las propuestas son
beneficiosas para la mayoría. Lo concreto disuelve muchas barreras
ideológicas. En la política transformadora son muy necesarias la
didáctica, la pedagogía y la mayéutica socrática.
Es necesario que la cultura de la
participación se organice y se cohesione a través de reglas,
democráticamente aprobadas y también a través del sentido de
responsabilidad personal. La derecha nos está demostrando cómo no hay
confusión en ella a la hora de distinguir entre lo fundamental y lo
accesorio, en cada momento. La organización democrática es la máxima
expresión de la libertad y la participación.
Nosotros queremos ser un instrumento
para el Cambio social. Y ello comporta que, defendiendo y respetando
siglas y culturas que se han ganado la respetabilidad histórica, el
objetivo es siempre prioritario y al que se deben supeditar otras
consideraciones. Creo, además, que esa es la mejor manera de hacer de
unas siglas el sinónimo de necesidad y de existencia imprescindible.
Seguimos prioritariamente instalados en
la cultura de la reivindicación y la protesta. Considero que, sin obviar
en absoluto esa función, debemos ir creando entre nosotros la cultura
de Gobierno, es decir que junto a la denuncia general o en casos
concretos de las injusticias del sistema y de los gobiernos, se debe
programar, cuantificar, estudiar y elaborar los mecanismos legales que
concretan una alternativa tanto de gobierno como de Estado o modelo de
sociedad. Ni que decir tiene que la abandonada Elaboración Colectiva tal
y como fue diseñada, aprobada y ejercida durante un tiempo, bastante
efímero, debe ser recuperada.
Cuando se escriben estas líneas aparece
como probable la convocatoria de Elecciones Generales para el 25 de
diciembre. Aparte de la denuncia que merece esta artería de Rajoy creo
que debemos reflexionar mesuradamente sobre las campañas electorales y a
continuación obrar en consecuencia. Para mí una campaña no es otra cosa
que someter al veredicto popular un discurso, unas prácticas y una
ejecutoria mantenida en el tiempo y con anterioridad. Nada más. En
nosotros no deben caber giros repentinos en nuestra denominación ni
tampoco veladuras de programas y valores. Somos lo que somos y lo
asumimos ante una población que agradece la ausencia de travestismos a
última y apresurada hora.
Y una última cuestión que para mí es la
más importante. En nuestro mensaje encuentro dos carencias básicas que, a
mi juicio, deben ser corregidas:
La rotundidad y claridad en designar,
describir y definir al enemigo. Éste no es solamente unas siglas o unas
organizaciones sino las ideas, valores, políticas y actos que impulsan.
Nosotros combatimos determinadas visiones del mundo que llevan
aparejadas prácticas, programas y políticas contrarias a los intereses
de la mayoría social. Combatir el neoliberalismo e intentar superarlo es
asumir que éste está representado por más siglas que las del PP. En
esta hora de la crisis sistémica y de modelo económico Keynes no puede
ser erigido como panacea.
Nuestro silencio sobre la UE es
clamoroso. Es aquí donde se necesita un mensaje claro y rotundo. Yo no
pido desde estas columnas la salida del euro (cosa de la que soy
ferviente partidario) sino simplemente y para abordar el núcleo duro de
los problemas, la iniciación de un debate, un análisis, un acercamiento a
las causas, orígenes y consecuencias de la UE actual. Todo menos el
silencio que termina por hacerse connivente con la situación. La UE, la
deuda o el compromiso con reducir el déficit no pueden ser criticados
sin entrar, como debemos, en sus raíces profundas. Nuestro sentido de la
responsabilidad necesita ser aquilatado y contrastado con las
necesidades de la mayoría social que sufre las consecuencias de la
Europa neoliberal. No podemos criticar unas consecuencias sin criticar,
primero, las causas.
PD. Acabada la
redacción de este artículo tuvo lugar la 2ª sesión de Investidura. En
ella Sánchez ha insinuado la posibilidad de encarnar una alternativa a
la candidatura de Rajoy. Naturalmente que ello implica el apoyo pactado y
negociado de Unidos Podemos y otras fuerzas políticas. Sobre ello
quiero hacer unas consideraciones.
Creo que, tal y como arriba he
expresado, el PSOE, en condiciones normales, no puede encabezar una
acción política que desemboque en el Cambio que postulamos. Y ello por
dos razones: La primera dimana del coejercicio del bipartidismo que
durante décadas le ha atado a sus acuerdos con el PP en cuestiones de
suma importancia y trascendencia. Y la segunda no es otra que las líneas
rojas que al actual equipo dirigente del PSOE le imponen los poderes
fácticos de la economía, en íntima conexión con poderes fácticos en el
interno del partido.
Pudiera ser que la propuesta de Sánchez
sea un intento de presionar a Unidos Podemos con los mismos métodos que
él está actualmente soportando por parte de los medios de comunicación y
el PP. Y con la excusa de no poder aceptar propuestas “disparatadas” en
economía, políticas sociales o diseño del Estado, conseguiría, a su
juicio, volver a ser ante el imaginario colectivo la única izquierda
“posible y sensata” víctima de los “extremismos”. Y desde luego, la
reedición del trágala con Ciudadanos es, a mi juicio, inasumible.
Tampoco descarto que Sánchez y su equipo
hayan considerado que han llegado tan lejos en su postura -y además en
esta situación crítica, anómala e inestable- que no les queda otra
opción que quemar las naves. Hay cosas que están cambiando aquí y en
parte de la UE.
En cualquier caso, Unidos Podemos no
puede hacer de Don Tancredo y quedarse a verlas venir. Sobre todo,
cuando una parte muy importante de su discurso en estos últimos meses ha
consistido en instar al PSOE a que encabece una alternativa a Rajoy.
Debe jugar y fuerte. Nada está asegurado. Quien mejor conecte con la
mayoría social inclinará el sentido del hipotético pacto y de los
hipotéticos programas a favor de esa mayoría. Es esta una situación de
la que nadie sale indemne, pero es la única que en estos momentos nos da
sentido.
Y en este caso, todo lo que he expuesto
anteriormente sobre discurso, elaboración colectiva, organización y
Confluencia concreta adquiere caracteres de urgencia en cuanto a la
iniciativa y capacidad política. Estamos ante la posibilidad de un
cambio muy importante. Y como recordaba Marx hic Rhodas hic salta.
Nota. – Con este artículo pongo voluntariamente fin a mis colaboraciones, que llevan apareciendo en Mundo Obrero
más de doce años (exactamente el tiempo que lleva el camarada Ginés
Fernández como director del mismo). En este tiempo no he tenido jamás ni
siquiera el atisbo o la insinuación de una censura a mis escritos. Ni
por parte del Partido ni tampoco por la de la dirección del periódico.
Me he sentido libre totalmente. Sirva esto de ejemplo para otras
publicaciones.
La razón fundamental que me ha llevado a
dar este paso es sencilla y yo añadiría que muy lógica: no tengo nada
que decir de nuevo. Mi discurso, mis propuestas o mis análisis son de
sobra conocidos y reiterativamente expuestos aquí y en otras tribunas.
Es más, el artículo presente es un compendio de todos ellos. Esto es lo
que creo, esto es lo que propongo. No sé de otros caminos ni de otras
visiones. Además, no he encontrado otros discursos que pudieran haberme
hecho matizar o enmendar al mío (que por otra parte está plenamente
inmerso en las líneas básicas de nuestro Partido). No quiero cansar ni
tampoco cansarme. Sigo afiliado al PCE y a IU. Dedicaré más tiempo al
Frente Cívico. Os doy las gracias por vuestra lectura y seguimiento. Ni
abandono la lucha ni tampoco me considero al margen de las luchas
presentes. Simplemente quiero ser honesto conmigo mismo, con vosotros y
vosotras. Y también con mi Partido. Hay veces que el silencio es el
mejor discurso y la mejor de las propuestas. Un abrazo.
DdA, XIII/3364
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