Quisiera empezar este post disculpándome ante mis lectores. Con
él no termino la serie sobre Hitler, que dejo para la semana próxima. Lo
pospongo por dos razones. En primer lugar porque se publica,
excepcionalmente, un lunes coincidiendo con el 18 de julio, fecha
convencional del estallido de la guerra civil hace hoy ochenta años. En
segundo lugar porque acabo de darme cuenta de un episodio que me parece
representativo de cómo algunos escriben “historia” o, al menos, sobre el
pasado. En este caso, el profesor Stanley G. Payne. El titulo del post
recuerda, vagamente, a la primera línea de una canción infantil en la
que las liebres corren por el mar y las sardinas por el monte.
Estoy ojeando EL CAMINO AL 18 DE JULIO cuyo subtítulo reza, nada
menos, LA EROSION DE LA DEMOCRACIA EN ESPAÑA (DICIEMBRE DE 1935-JULIO DE
1936). Una conferencia con el mismo título, la primavera pasada, en el
CESEDEN generó cierta controversia en la prensa y las redes sociales. Se
reflejó incluso en este modesto blog.
No voy a hacer aquí ni una crítica ni una reseña del libro.
Recientemente ha aparecido una muy elogiosa escrita en la REVISTA DE
LIBROS. No estoy de acuerdo ni con ella ni con la orientación de la obra
reseñada, pero de ello no quiero escribir. No es el momento ni el
lugar.
He tenido ocasión de cruzar espadas con Payne. Por ejemplo, en mi
libro LA OTRA CARA DEL CAUDILLO mostré su indigencia investigadora. Lo
he hecho también, en este blog, en relación con su tratamiento del
bombardeo de Guernica. Indignado por su biografía de Franco (escrita con
un periodista de pasado dudoso) dirigí un número extraordinario de la
revista académica digital HISPANIA NOVA en el que un grupo de
historiadores españoles pusimos al descubierto algunas de las
características metodológicas del tan alabado autor norteamericano (los
lectores que quieran ojear el número pueden encontrarlo en la red).
Así, pues, no me sorprende mucho la obra de Payne. Sin embargo, al
ojearla me he encontrado con un caso de desfachatez tal que me veo
obligado a ponerlo en la picota públicamente. No espero que responda
porque, en realidad, no tiene respuesta posible. Pero sí lo aireo como
aviso a navegantes.
Para ahorrar a los lectores los 19,90 euros que cuesta el libro según
su precio de tapa reproduzco lo que escribe el autor en las páginas 290
y 291. En itálicas transcribo lo que resulta totalmente inadmisible.
“Mola no emprendió ninguna iniciativa seria para ganar un apoyo
extranjero, aunque, como hemos dicho, Sanjurjo había viajado a Berlín en
marzo en busca de armas, sin éxito, y en junio los monárquicos
trataron, igualmente sin éxito, de reabrir las relaciones que habían
establecido con el Gobierno italiano tres años antes”.
Esta frase lleva una nota al pie que dice así:
“Al comienzo de 1933, una iniciativa conjunta de monárquicos
alfonsinos y carlistas habían (sic) firmado un acuerdo con Roma que
prometió una ayuda italiana limitada por (sic) una rebelión armada
contra el régimen republicano, que después pasó a ser letra muerta. En junio de 1936, los monárquicos del grupo Renovación Española, que mantenían una conspiración paralela con elementos de la UME, trataron de ganar apoyo financiero de Roma, mientras reanudaban la petición de armas”.
Se añaden dos referencias: una a Ismael Saz y su clásica obra y otra a
la contribución de servidor al libro dirigido por el profesor
Francisco Sánchez Pérez, LOS MITOS DEL 18 DE JULIO.
El lector no advertido no se dará cuenta de lo que va en itálicas
constituye una superchería. No ha tenido inconveniente en tergivesar
todo lo posible en relación con un tema que ha hecho correr ríos de
tinta. Las siguientes observaciones son las mínimas:
1ª Los contactos entre conspiradores españoles y fascistas italianos
se remontan, por lo menos, a 1932 (incluso hay indicios de que a Roma se
comunicó algo acerca de la preparación de la “Sanjurjada”) pero
políticos muy significativos empezaron su peregrinaje hacia la capital
del fascismo ya en el otoño. No para tomar el té. Con galletas o sin
ellas.
2ª
Como resultado de estos contactos, que fueron intensificándose y
densificándose en los meses siguientes, se llegó al acuerdo con
Mussolini de 31 de marzo de 1934 (no de 1933). Documentación al
respecto, que guardó para sí Antonio Goicoechea, número dos de José
Calvo-Sotelo, la encontraron las milicias en su casa madrileña en plena
guerra civil. Esta vergonzante faceta de la conspiración quedó expuesta a
la luz del sol. Ha generado numerosos artículos y comentarios.
3ª Obsérvese que el acuerdo se concluyó no cuando gobernaba una
coalición de izquierdas sino un gobierno radical, dependiente de la
buena voluntad de la CEDA (aunque no sin contraprestaciones).
4ª El acuerdo, muy amplio, no se llevó a la práctica totalmente pero
oficiales requetés se entrenaron en Italia. Hubo sus más y sus menos en
cuanto al suministro de cierto material (bombas de mano, fusiles y
ametralladoras, todos viejos salvo las primeras) y una sustancial ayuda
económica. Los detalles pueden seguirse en Morten Heiberg (EMPERADORES
DEL MEDITERRANEO) y en José Ángel Sánchez Asiaín (LA FINANCIACIÓN DE LA
GUERRA CIVIL ESPAÑOLA). Ninguno de tales autores figura en la
bibliografía de Payne. Los contactos con Italia se examinan incrustados
en la estrategia y táctica de los monárquicos en aquellos años en el
libro de Eduardo González Calleja CONTRARREVOLUCIONARIOS, que Payne cita
en su bibliografía, pero a quien se le olvida mencionar en este
aspecto.
5ª Todo lo que antecede podría atribuirse a una redacción apresurada.
El autor siempre argumentará que no es posible citar toda la literatura
disponible y que, en todo caso, es muy libre de elegir la que le
parezca más conveniente. En principio, no hay mucho que objetar aunque
omitir literatura directamente relevante es, por definición, un tanto
sospechoso.
6ª Otra cosa es tergiversar descaradamente. El tema que Payne oculta cuidadosa y meditadamente es que los monárquicos TUVIERON UN ÉXITO ROTUNDO.
El 1º de julio de 1936 Pedro Sainz Rodríguez, número tres de Calvo
Sotelo, firmó cuatro contratos para el suministro de material de
Aviación muy moderno. Los italianos se comprometieron a entregar una
primera tacada en el curso del mes (como hicieron) y el resto en agosto.
Payne lo elude al afirmar simplemente, ¡qué pillín!, que los
monárquicos reanudaron “la petición de armas”. No eran las mismas.
Ametralladoras no equivalen a aviones de guerra modernos.
7ª
Los monárquicos tampoco reabrieron las negociaciones porque los
contactos nunca se cortaron. Fue Mussolini quien, en el terremoto
político-diplomático que causó su invasión de Abisinia, se concentró en
otro tema para él más importante. En cuanto amainaron las aguas,
Goicoechea se puso en contacto con Roma, en representación también de
Falange, para informar de la situación española y, a la par, solicitar
apoyo financiero con que pagar los sueldecillos de los “grupos de acción
directa”, léase pistoleros falangistas. Tan distinguido prócer lo
planteó el 12 de junio poco antes de que su líder, José Calvo Sotelo,
tronaba en Cortes contra la desintegración de la PATRIA y se proclamaba
fascista gallardamente. La carta de Goicoechea, reproducida también por
Sánchez Asiain, a la que el nuevo ministro de Asuntos Exteriores y yerno
de Mussolini nombrado días antes, conde Galeazzo Ciano, no parece que
prestara mucha atención, la comentó extensamente el profesor Ismael Saz.
Payne los ningunea con exquisito celo. No cabría negar que se trata de
un historiador inclinado a la sutileza en casos delicados.
Todo lo que antece le sirve a nuestro ejemplar autor, con esa luz
cegadora tan suya que deslumbra a algunos colegas españoles, para
eliminar de un plumazo lo que debería ser un estigma permanente de la
levantisca derecha de la época. Antes del golpe no fueron los comunistas
los que pidieron auxilio a la Komintern; no fueron los soviéticos los
que suministraron armas a los “revolucionarios” (a pesar de los camelos
acumulados de Félix Maiz, o de Botín, o del Servicio Histórico Militar,
etc., ya indicados en este blog); tampoco mendigaron armas los
socialistas o los anarquistas; ni siquiera las solicitó el gobierno
republicano, reconocido internacionalmente, a ninguna autoridad
extranjera, aunque hubiese estado en su perfecto derecho a tenor de la
legalidad vigente en la época. Quienes sí complotaron con éxito completo
fueron los monárquicos, con algún que otro militar a rastras, y lo
hicieron, fascistizados como estaban, a la potencia en la que muchos de
ellos se miraban embelesados.
Este tipo de conclusiones es lo que el profesor Payne no quiere que
extraigan sus lectores. No pongo calificativos pero he acudido al DRAE
en busca de definiciones. Que quien lea este post leerá en él, a título
de ejemplo, dos vocablos que justifican el recurso a la cancioncilla
infantil:
MENTIROSO: que miente
MENTIRA: expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, se piensa o se siente; cosa que no es verdad; acción de mentir
Moraleja: es difícil pescar liebres y cazar sardinas y antes se coje a un mentiroso que a un cojo.
Blog de Viñas DdA, XIII/3321
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