Juan Carlos Gea
El mar es el protagonista absoluto de Vértigo sosegado,
la muestra individual que el artista madrileño Javier Torices (1968)
expone hasta el próximo día 15 en la galería Aurora Vigil-Escalera de
Gijón, y con la que la sala regresa a la pintura de figuración realista
que, junto a otros lenguajes plásticos y tendencias de corte más
contemporáneo, se halla también en su programa desde su inauguración,
hace ahora casi un año. El pintor había participado ya en las
selecciones de Jóvenes Valores de la galería Van Dyck y ha viajado con
Aurora Vigil-Escalera a varias ferias y certámenes.
A
través de cuadros de mediano y gran formato, Torices hace gala de un
virtuosismo extremo a la hora de representar con fidelidad casi
hiperrealista todos los efectos plásticos posibles en el género de la
marina: transparencias, reflejos, atmósferas, texturas y movimiento, con
una especial habilidad para plasmar los destellos del sol y los
distintos efectos de la luz sobre el agua. De hecho, Torices tiene una
clara preferencia por las marinas luminosas, aunque la luz se modula de
modo muy distinto en sus paisajes mediterráneos que en los Atlánticos o
los Cantábricos, representados en Vértigo sosegado por sendas vistas del
Sardinero santanderino o la playa de San Lorenzo.
Torices mezcla
la sensibilidad para el instante propia y la resolución técnica de un
pintor plenairista, que trabaja frente a frente con sus paisajes, con
una precisión que proviene del uso de los recursos más actuales de la
pintura acrílica, pero sobre todo del dominio del dibujo que está
siempre en la base de sus composiciones. De ahí la prominencia que
cobran en sus cuadros elementos como las rocas o la arena, o la forma en
la que consigue esculpir el volumen en sus pinturas sobre oleaje, cuyo
movimiento congelado justifica el paradójico título de la exposición.
Asturias 24 DdA, XII/3151
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