Lo urgente, lo sensato, es impedir la
restauración el próximo 20 de diciembre. La otra alternativa es el
llanto.
Santiago Alba RicoDe su interesante artículo, publicado en Cuarto Poder, "Podemos, el 20-D y la restauración", donde se puede leer completo.
Seamos radicalmente realistas. Lo que nos jugamos el 20D no es la
diferencia poco/mucho o derecha/izquierda ni, desde luego,
revolución/continuidad: es la alternativa reforma/restauración. No se
trata, pues, de conseguir el cambio -que ya se ha producido- sino de
evitar la restauración. Como he indicado en las primeras líneas de este
artículo y es de general aceptación, la disrupción podemita derrocó
simbólicamente el régimen del 78, imponiendo nuevas reglas de juego y
abriendo una fisura entrópica entre las propias fuerzas del
bipartidismo. La única manera de mantener abierto el campo político y de
confirmar materialmente la ruptura simbólica del régimen, es impedir
ahora su restauración material, una restauración que pretende apoyarse
precisamente en la nueva legitimidad de esa ruptura simbólica. ¿Nos
damos cuenta de lo que nos jugamos? Un bipartidismo trinitario (un dios
único y tres personas distintas), aupado en el aura y la legitimidad
podemitas pero sin Podemos, sería la restauración
áurea, blindada, perfecta, y tardaríamos años en cuestionarla social y
electoralmente desde la izquierda.
El régimen del 78 ha comprendido muy bien de dónde procede la
amenaza. Como prueba el uso de las encuestas y el ninguneo creciente de Podemos
por parte de la trinidad restauradora (PP, PSOE y Ciudadanos), en esa
restauración no caben cuatro. No caben los cuatro. ¿Por qué? Sus rivales
saben muy bien (incluido el Ibex y los bancos) lo que a veces la
izquierda olvida: que Podemos es la única fuerza
estatal con apoyo social y opciones electorales -la primera en décadas-
decididamente no-restauradora. Por eso no cabe ahí. Es cierto que
incluso si ganara Podemos las elecciones, no habría de inmediato mucho
cambio, pero sólo una fuerza real de cambio -percibida así por los que
tienen el interés y los medios para evitarlo- puede dificultar la
restauración concreta que se avecina. Podemos impuso un nuevo marco de legitimidad que las viejas fuerzas quieren utilizar ahora para dejar fuera a Podemos y con Podemos las condiciones mismas de cualquier cambio futuro. O bien Podemos
(+ las ciudades del cambio) tiene una presencia fuerte, muy fuerte, en
el futuro Parlamento central o la fisura entrópica se cerrará por mucho
tiempo, pues el propio contexto europeo, muy desfavorable, convierte a
España en una excepción. Si no conservamos esa excepción, que es también
vacuna y palanca, será imposible revertir la derechización amenazadora
del continente.
Podemos tiene un poco menos de dos meses -una
eternidad en el nuevo e impredecible tiempo podemita de España- para
retomar la iniciativa y hacer converger todas las variadas fuerzas de
cambio con ese 19% de indecisos que está esperando. En cuanto a los que
aspiramos a mucho, tenemos que ser conscientes de que esta vez habrá que conformarse con disputarlo todo.
Con más o menos entusiasmo, sin perder el espíritu crítico, para poder
seguir dialogando con la historia y trabajando despacio fuera del
tiempo, lo prioritario, lo urgente, lo sensato, es impedir la
restauración el próximo 20 de diciembre. La otra alternativa es el
llanto.
DdA, XII/3119
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