domingo, 20 de septiembre de 2015

SER O NO SER...ESPAÑOL

 Hasta que la mentalidad dominante no dé un giro de 180 grados, España seguirá siendo un país marginal, taberna, recreo y solaz para Europa.
Jaime Richart


 Este país no tiene remedio, no hay por dónde cogerlo. Reniego de ser español y de tener que serlo forzosamente por razones administrativas y por mi avanzada edad. La España con la que sueño está demasiado lejos para confiar en verla. Pero lle­gará...


 Mientras tanto, comprendo perfectamente no ya el desapego de Cataluña al Estado y gobierno españoles, sino la ansiedad por zafarse de ambos aunque tenga que hacer frente a grandes dificultades de toda clase. Lo que al final anida en el pecho de cada cual, una vez comidos y bebidos, son sentimientos de simpatía o de antipatía, de odios o de amores. Lo de menos son los obstáculos a vencer. La historia está plagada de ejemplos. Es más, la verdadera Historia está por escrita a base de ejem­plos, que es lo que nos interesa. A fin de cuentas la nacionali­dad, en tiempos además que tiende a desdibujarse y tras un re­lato interminable de conflictos agudos y guerras entre las na­ciones europeas que hace tiempo se esfuerzan por aglutinarse, es un concepto jurídico de orden práctico que permite discri­minar la individuación con su cortejo de derechos y obligacio­nes cívicas. Pero tras la nacionalidad laten afecciones y des­afecciones al epicentro que la exacerban. Ibi bene ibi patria es el viejo lema ático para el siglo XXI y el espíritu que demanda la humanidad que va, no se sabe si en pos de las estrellas o ca­mino del infierno...



 Porque entre unas cosas y otras, no creo que haya un país en el mundo más disparatado, más destartalado, más absurdo. Su belleza natural inigualable es inversamente proporcional a la mentecatez, estrechez de miras e insignificancia de las inteli­gencias romas que lo oprimen a lo largo de su historia. Y todo por culpa, siempre, de unas minorías egoístas como en ninguna otra parte del mundo, cerriles, pícaras, ladronas o pusilánimes, sostenidas por mayorías tan egoístas como ellas y además co­bardes. Hasta que, en su conjunto, la mentalidad dominante no dé un giro de 180 grados, España, por más que pertenezca a un complejo sistema más económico que político en el que in­cumple todas las directivas, seguirá siendo un país marginal, taberna, recreo y solaz para Europa, pero situado al otro lado de Europa...

DdA, XII/3084

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