Luis Díez
Cuarto Poder
Ahora que ya sabemos que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy,
tiene más interés en agotar la legislatura que en convocar las
elecciones a la vuelta del verano, resulta cuando menos criticable la
decisión del PP de impedir que casi dos millones de españoles residentes
en el extranjero puedan votar en las próximas elecciones generales. El
sistema del “voto rogado” no funciona. De los dos millones de españoles
con derecho a voto allende nuestras fronteras, sólo 80.000 pudieron
votar en en las elecciones europeas de mayo del año pasado y apenas
100.000 lo han podido hacer en las autonómicas y municipales del 24M.
Este déficit democrático o negativa, de hecho, al derecho al voto, ha
llevado a todas las fuerzas parlamentarias, menos el PP, a respaldar en
la Comisión Constitucional del Congreso la iniciativa de IU para
facilitar el ejercicio del voto a los emigrantes. La Izquierda Plural
reclama algo tan razonable como la modificación urgente de la Ley
Electoral con el fin de que la solicitud del voto –el llamado “voto
rogado”– no sea imprescindible para poder votar. Las solicitudes llegan
tarde y los trámites son engorrosos. Los emigrantes, ya sean temporales o
permanentes, han de estar inscritos en los consulados para solicitar el
voto y poder ejercer su derecho constitucional como electores.
El voto electrónico, que funciona en los países europeos de nuestro
entorno, no se ha implantado aquí para los residentes en el extranjero.
Tampoco se ha contemplado la creación de una circunscripción electoral
en el exterior, incluso con candidatos en la emigración, como ocurre en
Francia, Italia y otro países europeos. Estas propuestas aportadas por
IU fueron laminadas por la mayoría absoluta del PP: 15 votos frente a 23
en la comisión.
Decía el diputado de Izquierda Plural Ricardo Sixto
que “el tema nos debería preocupar a todos; son dos millones de personas
las que viven en el extranjero, con una participación por debajo del 5
%. No tiene ninguna justificación y hay, además, elementos que agravan
esta dificultad de participación, como el coste de los envíos y la
obligación de inscribirse en el registro consular, lo que conlleva la
baja automática de la sanidad en España”. Los emigrantes acaban llamando
al “voto rogado” lo que es en realidad: “el voto robado”.
Aunque el PSOE pactó con el PP e introdujo ese mecanismo la
legislatura pasada, con el fin de evitar el fraude –vale recordar que el
PP de Jaume Matas en Baleares compró votos en Argentina de supuestos ibicencos que desconocían la existencia de la isla–, su portavoz, Carmela Silva,
admitió la supresión de una norma que “dificulta enormemente la
capacidad de votar” de los españoles que viven fuera de nuestro país.
El propio Alfredo Prada, portavoz constitucionalista
del PP, reconoce que el sistema falla. “Falla en los plazos, en las
entregas del voto por correo y en otros detalles de larga enumeración”.
En las últimas elecciones, un 10% de los residentes en el extranjero
solicitaron el voto, pero sólo la mitad de ellos recibieron las
papeletas y pudieron enviar su voto en tiempo y forma. “Hay países de
Latinoamérica en los que sencillamente no existe un sistema público de
correos”, constata Prada antes de afirmar que “sería bueno que se
reformara el sistema de alguna manera, pero manteniendo la seguridad
jurídica y la transparencia”.
Si esto es así y tanto el PSOE como IU apuestan por la derogación del
“voto rogado” y la regulación del voto electrónico para que quienes no
puedan votar en los consulados puedan hacerlo por correo electrónico,
sólo se entiende el rechazo del PP a la modificación urgente de la Ley
Electoral porque el voto de los emigrantes no les es propicio. Decenas
de miles de jóvenes de la marea granate, desde México a Nueva
York, pasando por Francia, Reino Unido, Alemania y otros países
europeos serían poco proclives a quienes han practicado las políticas
que les han convertido en exiliados económicos. Y esto los dirigentes
del PP lo saben. Ergo, mejor que no voten. Por eso han rechazado la
reforma electoral en este punto concreto o, como diría el amargo Ambrose Bierce
con una de sus fábulas feroces, han optado por la política ovejuna:
había unos perros peleándose por un hueso, pasó una oveja, agarro el
hueso y lo tiró al río. “¿Por qué has hecho eso?”, la increparon. “Es
que soy vegetariana”, dijo ella.
Cuarto Poder
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