Ana Cuevas
Las lenguas de doble filo han hecho saltar la alarma sobre la
destrucción masiva de documentación que se está produciendo en algunos
ayuntamientos, como el de Madrid u Oviedo, desde el día siguiente a las
elecciones municipales. Las trituradoras no paran de funcionar a tiempo
completo. Los contenedores acumulan contratos y otros comprometedores
papeles hechos añicos. Documentos pulverizados que podrían contar
historias truculentas sobre la gestión de los consistorios salientes, de
sus actividades poco claras, de los marrones que heredarán los nuevos
inquilinos. De las dificultades que hallarán para poder cumplir sus
programas políticos cargando a sus espaldas con un legado envenenado que
intentará atarles las manos a la espalda.
¡Más papeles!-
vocifera el diligente funcionario que supervisa el destrozo. Las
máquinas engullen a todo ritmo engrasadas por la premura que impone el
día 13 de junio y la toma de posesión de los nuevos ayuntamientos .
Cuando lleguen los soviets tendrán espacio libre, archivos despejados,
ordenadores limpios con discos duros nuevecitos. ¿De qué se quejan estos
suspicaces perro-flautas?
Como ya he dicho, este es un país
de mal pensados. Evidentemente no existe ánimo de ocultar nada en esta
maniobra. Es un gesto de hospitalidad con los que, por voluntad popular,
van a ocupar su puesto. Solo desalojan sus efectos personales. Ya se
sabe: las fotos de los niños y la porquería acumulada en sus despachos
tras años de desidia amontonada.
Pero, o tienen muchos hijos o
es que han sido cochinos hasta decir basta porque Ana Botella ha tenido
que contratar un camión extra para poder dejar como la patena el
Palacio de Cibeles.
Todos sabemos la afición al confeti de
algunos cargos del PP. Ahora podrán nadar entre las toneladas de
diminutos chanchullos hechos migas. Revolcarse entre sus trituradas
desvergüenzas.
Quizás sea su última celebración
erótico-festiva antes de que los bolivarianos, pro-etarras de ISIS,
quemaconventos y violadores de monjas les manden a casita.
Tienen
muy mal ganar estos señores. Pero nadie puede reprocharles su querencia
al reciclaje. Incluso he oído que existe una propuesta para sustituir
del escudo de Madrid el madroño por una rutilante trituradora donde el
oso introduciría los fundamentos de la democracia. Para que nadie diga
que no son ecologistas.
Y además crean empleo. Ya se está
estudiando poner una franquicia de máquinas destructoras de papel en la
esquina de cada sede pepera.
Cuando lleguen los rojos no
quedará polvo ni paja que dificulte su entrada. Tampoco pruebas que
demuestren las actividades delictivas ni las corruptelas de los
desahuciados por las urnas.
Ni siquiera encontrarán mierda
bajo las alfombras. Sospecho que, hasta estas, han seguido el mismo
camino hacia el vertedero. Un muladar de carroña que simboliza como nada
su idea de lo que es la Marca España.
DdA, XII/3017
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