Félix Población
Luego de la celebración de las
elecciones en Andalucía, el pasado mes de marzo, al presidente de honor de
Partido Popular (Aznarín) se le escuchó decir entre los íntimos que había que convocar un
congreso extraordinario. Hubiera sido lo propio tras la debacle del PP en
aquella región, pero entre finales de marzo y el 24 de mayo -día y mes de la próxima cita
electoral- no había tiempo material para una cita de tal calado, que resultaría
contraproducente además por aquello de que podría
denotar unos síntomas de debilidad o desunión interna totalmente improcedentes antes de
una nueva fecha electoral.
Estos días hemos podido
presenciar que lo que Barberá llama montaje contra la alcaldesa de Valencia
cuando se la abuchea en las calles y mercados de aquella capital, se repite con
su jefe don Mariano en diversas ciudades del país o con Esperanza Aguirre en la
capital del reino. Doña Rita llama montaje a lo que es un clamor entre los
sectores más desfavorecidos de la sociedad, tanto por la nefasta política
llevada a cabo por el gobierno central como por la corrupción que afecta al
Partido Popular.
En estas circunstancias, mientras
el PP deja claro en su campaña electoral la falta de concentración y convicción
que lo hace parecer no solo inverosímil sino hasta ridículo en la comparecencia
de sus líderes más carismáticos -desde Aznar hasta la propia Barberá, pasando
por el muy simple y mendaz don Mariano-, dicen que doña Esperanza estaría
dispuesta a sobrepasar la alcaldía de Madrid –si la lograra- y propiciar ese
congreso extraordinario pospuesto tras las andaluzas. Tal convocatoria se haría
en los meses que median hasta la cita de las elecciones generales, en el caso -más
que posible- de que el Partido Popular obtuviera un mal resultado el próximo
domingo.
La intención de quien fuera
llamada y autotitulada lideresa sería volver a serlo, siempre que fuera avalada
por su victoria como alcaldesa de Madrid. Si se tiene en cuenta que Aznar nunca
será resurrecto por sus históricas tropelías de antaño, no parece aventurado
pensar en esa hipótesis. Al menos, la propia Aguirre parece haberla confesado
a sus más próximos. Hasta se permitió alguna vez expresar en público que aspira a lo máximo. Los ciudadanos madrileños tendrían, por lo tanto, mucho más
que decidir el próximo domingo. La ambición política de la condesa consorte es desmedida y solo la podrán parar los votos que no obtenga.
DdA, XII/3006
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