Hacen bien los ciudadanos gijoneses en defender su patrimonio forestal e indignarse cada vez que se comete una tropelía como la que tuvo lugar recientemente con los viejos chopos de Las Mestas. Quien como este Lazarillo llega a las inmediaciones del hipódromo y recinto deportivo y desconoce el desaguisado, nota antes que nada la excesiva y extraña luminosidad del lugar, hasta que repara en los tocones de los árboles talados, que pemanecen en los alcorques sin posibilidad acaso de que en los mismos puedan plantarse otros chopos.
Parece, por lo tanto, que no cuenta entre las intenciones del Ayuntamiento reparar su arboricidio, que ha dejado toda la calle desolada de sombra vegetal, pues han sido 49 los chopos talados. Gracias precisamente a la desidia de la autoridad municipal se puede comprobar por los tocones que mucho de los chopos estaban sanos, por lo que no es válido el argumento esgrimido para proceder a su corte, por el riesgo que comportaban para el vecindario. De hecho, la asociación de vecinos de la zona ha manifestado claramente su indignación ante el hecho, así como el concejal de Izquierda Unida del Ayuntamiento gijonés. Manifiestan, además, que a esos árboles no se les dispensaba la más mínima atención, hasta que de la noche a la mañana, con una celeridad y determinación que obvió la opinión del vecindario, se procedió a su tala.
Bajo su sombra, ya ausente de un modo definitivo, la generación a la que pertenezco y también otras observó el paso de los ciclistas de la Vuelta a España cuando la línea de meta se establecía en Gijón. La tala de los chopos de Las Mestas es una herida ya irrepararable en la memoria sentimental de la ciudad, contra la que ha actuado una alcaldesa afanada ahora en un proyecto de pérgola surrealista en El Muro de San Lorenzo, que esperamos rechace el voto de los gijoneses botando a esa señora de la alcaldía.
DdA, XII/2968
No hay comentarios:
Publicar un comentario