miércoles, 15 de abril de 2015

ARBORICIDIO EN EL PASEO DEL PRADO CONTRA LA MEMORIA SENTIMENTAL DE MADRID

Dos vistas del mismo lugar del Paseo del Prado antes y después de la tala del Ayuntamiento. Foto: José Manuel Ballester.
Dos vistas del mismo lugar del Paseo del Prado antes y después de la tala del Ayuntamiento. Foto: José Manuel Ballester.
 
El equipo del PP liderado por Ana Botella se despide del gobierno de la ciudad de Madrid con la tala del 20% de los árboles del eje monumental que forma el Paseo del Prado, supuestamente avalado por un informe por el que ha pagado casi 400.000 euros y al que apenas ha dado publicidad. A la vez, presenta la candidatura de esta zona a la Lista de Patrimonio Mundial de la Unesco. La autora de este artículo, coordinadora de actividades culturales en la UIMP, destaca la ‘esquizofrenia’ de no considerar cultura el componente monumental natural.

RAQUEL BERZOSA

El Ayuntamiento de Madrid ha presentado la candidatura del Sitio del Retiro y el Prado para que sea incluido en la Lista del Patrimonio Mundial de la Unesco, a ser posible este año electoral. La candidatura en cuestión incluye tanto el parque del Retiro como el Paseo del Prado, así como otros 23 monumentos ya protegidos bajo la catalogación de BIC (Bien de Interés Cultural) por la Comunidad de Madrid. Casi al tiempo, estos días, se está ejecutando la orden municipal por la que se borran del mapa 297 árboles del eje Prado-Recoletos, amén de otros 1.142 repartidos por otras calles y zonas verdes de la ciudad sin remplazo a la vista. Madrid aspira a incorporar la ‘marca’ Patrimonio de la Humanidad a otro puñado de hitos culturales y, aunque legítimo, no es loable. No en este caso, en el que se manifiesta una ausencia de reflexión sobre el significado de la cultura, incluyendo el paisaje y por extensión los árboles que ahora se talan.

Madrid ha suscrito la Agenda 21 de la Cultura, documento inspirado en la Declaración Universal de la Unesco sobre la diversidad cultural, que supone un compromiso con la sostenibilidad y la democracia participativa. Destaco entre sus principios la analogía entre las cuestiones culturales y ecológicas, cuyo origen radica en la necesidad de garantizar la diversidad de sus manifestaciones en el presente y para el futuro. En este sentido, un buen gobierno, concienciado y sensibilizado con las cuestiones culturales y medioambientales, habría de incorporar los principios de transparencia informativa y de participación ciudadana desde la concepción misma de sus políticas, también en los procesos de toma de decisiones, así como en la evaluación de sus programas o proyectos.

Pero en esto nosotros, los ciudadanos, también tenemos algo que decir.

Lo primero, después del cabreo-parálisis inicial, es hacerse preguntas, como la de qué hay detrás de esta tala de árboles -no sabemos si indiscriminada- en una zona especialmente sensible. Quizá la recuperación del plan de Gallardón para peatonalizar la zona, o buscar la contrapartida económica de un espacio culturalmente simbólico constituido principalmente por bienes públicos, o quién sabe si el apoyo a las iniciativas urbanísticas privadas pendientes del devenir electoral, que, por cierto, apuntan a un modelo de ciudad que se ha demostrado insostenible…
Estas cuestiones y muchas otras podrían debatirse, incorporando voces expertas, para alcanzar acuerdos, pactos por el patrimonio cultural, por la ciudad. La impotencia de ver cómo talan árboles sanos -algunos de gran envergadura-, entre algunos enfermos, no hace más que evidenciar la falta de cauces que eviten una práctica política actualizada. Faltan canales de participación engrasados (y no, las manifestaciones pre ley mordaza no cuentan). Al final, Madrid adolece de lo mismo que muchas otras ciudades, de un Proyecto, de una forma de hacer política sostenible, utilizando lo que ya existe y funciona, reciclando instituciones, reutilizando lo bueno de las experiencias pretéritas y de las buenas prácticas que suceden a nuestro alrededor, en otros países, en otros continentes.

Y los árboles, estos árboles del eje Prado-Recoletos, son Patrimonio Cultural, memoria y ejemplo de la relación afectiva y espiritual con un lugar, con el espacio en el que convivimos. No deberían desaparecer sin más.


Raquel Berzosa, licenciada en Bellas Artes, es coordinadora de las Actividades Culturales de la UIMP (Universidad Internacional Menéndez Pelayo). Ha vivido en Londres, Estocolmo y Nueva York. En la actualidad trabaja en su tesis sobre la cultura como eje transformador en las ciudades históricas.


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El Asombrario / DdA, XII/2976

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