domingo, 7 de diciembre de 2014

LA MUERTE YA NO GARANTIZA EL DESCANSO ETERNO

Jaime Poncela

La resurrección de los muertos, como casi todo, está privatizada.  Ha quedado en manos de las empresas de telefonía móvil y de los despachos de abogados. Mi hermana murió hace más de año y medio, pero France Telecom sigue empeñada en dar por revivida y enviar a su casa, la casa de mi madre anciana y desencajada al abrir esta macabra misiva, una carta en términos cada vez más amenazantes para que la difunta pague una deuda pendiente de 54 euros. Un despacho de abogados de nombre muy largo amenaza de forma expeditiva con obligar a la muerta a pagar costas judiciales, multas y recargos, amén de pasar a formar parte de listas de morosos. Habla con ella o de ella con la misma soltura y rigor que si estuviese viva y recibiera esas cartas llenas de prosa administrativa y amedrentadora.
Mi hermana ha muerto, pero desde France Telecom no se dan por enterados a pesar de que uno imagina que esas informaciones sobre el estado vital de cualquier difunto son de dominio público y sabe que tan amables representantes de la ley ya han sido advertidos en ocasiones anteriores de que el ser a quien se envía la reclamación ya no existe. A ellos les da igual. Los muertos no lo son del todo hasta que han dejado saldadas sus deudas con los vivos. Nuestra única herencia a la posteridad son los impagados y el ansia con que los buscadores de carroña siguen hurgando en nuestros restos mortales. La vida te lo ha quitado todo, pero tu compañía telefónica es incapaz de perdonarte 54 euros, de aprobar una quita post mortem de tus deudas. El presunto Dios que todo lo perdona habrá hecho borrón con lo tuyo, hermana, pero France Telecom es más que Dios. No perdona nunca nuestras deudas.
Así que en medio de este puente absurdo, desangelado y frío, de este puente que sirve a la golfa y repetida Navidad para empezar a enseñar sus muslos flácidos de espumillón y sus tetas de mazapán revenido, llega al buzón la carta gélida e impersonal dirigida a un ser que ya no existe y cuya muerte cambió para siempre nuestras vidas. Quedamos aquí cargando con el peso de su memoria dramática, con las circunstancias de su desaparición, con los alfileres que cada recuerdo clava en nuestra cabeza tantas veces torturada por su muerte. Vivimos cada día como podemos y hasta llegamos a creer que el duelo va pasando sus plazos obligados para permitirnos algún alivio parcial. Pero no es así. La carta de la multinacional telefónica es un mensaje que llega desde la versión administrativa y digital del purgatorio al que van las almas de aquellos que murieron sin pagar su último recibo del teléfono que sonó por última vez cuando ellos ya estaban fuera de cobertura para siempre. A día de hoy la muerte ya no garantiza el descanso eterno.

Artículos de Saldo  DdA, XI/2864

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