lunes, 24 de noviembre de 2014

SÓRDIDOS HORIZONTES, MONSEÑOR MARTÍNEZ

Ana Cuevas

La puesta en escena es fundamental.  El purpurado que se postra sobre el suelo para pedir perdón por los pecados de la iglesia conoce su importancia en una buena representación teatral. La institución a la que pertenece tiene muchas tablas. Se ha nutrido de la dramatización  en sus liturgias, en homilías apocalípticas donde nada se dejaba a la improvisación. Ni siquiera la declamación calculada de cada palabra o gesto emitido desde el escenario litúrgico, también llamado altar. 
No juzguéis y no seréis juzgados- Insiste desde el púlpito el arzobispo de Granada que "olvidó" denunciar a la  Conferencia Episcopal los casos de pederastia cometidos por varios religiosos en su diócesis. No juzguéis, dice ahora monseñor Martínez. No actuó igual en otras ocasiones cuando no le dolieron prendas en denostar la España subsidiada o en comparar el aborto con el Holocausto nazi. Pero ahora pide indulgencia para los malos pastores que abusaron o permitieron esos abusos con un silencio cómplice, como él mismo.
Ese hombre que arrastra su oronda naturaleza episcopal en busca del perdón era implacable con sus semejantes. Mujeres y homosexuales hemos sido víctimas de su colérica doctrina, más propia del antiguo testamento que del siglo XXI. Sin embargo, pide respeto para los descarriados "romanones" cuyas prácticas contra la libertad sexual de los menores tienen matices escalofriantes. 
La sub-secta no tiene desperdicio. Propiedades, dinero y mucho "amor fraterno" para enmascarar sus orgías con los chavales. Hasta contaban con su propia web, Horizontes. Una plataforma digital  desde la que predicaban moral a los feligreses. Demasiado repugnante lo que hacían sus pastores mientras usted, monseñor, miraba hacia otro lado. ¿No le parece? Osea que no se obstine en derramar sus carnestolendas por los suelos. Esto tiene mal arreglo. El único horizonte lícito que puede tener la iglesia para remedar mínimamente el daño causado consiste en separar el grano de la paja sin que le tiemble el pulso. El arzobispo Martínez y todos cuantos cometieron o ampararon estos crímenes son paja, por si alguien tiene dudas. Paja seca y maloliente que se apila alrededor de la propia institución religiosa. Como si de una enorme pira funeraria se tratara. Presta a arder y arrasar la poca credibilidad que les queda. 
El horizonte estaría en recuperar el mensaje de sus evangelios. Entonces compartirían el frente de los deseheredados y nunca el de los poderosos. El de las víctimas y nunca el de los verdugos. Entonces los obispos estarían tirados por los suelos, hombro con hombro con insignes ateos o cristianos de base, para evitar con resistencia pasiva los desahucios. Darían a dios lo que es de dios y al fisco lo que es del pueblo. 
Ahí estaría su horizonte. Mientras tanto, ya pueden pedir perdón y tirar el cuerpo a tierra con ademán desolado. Esa función ya la hemos visto todos. Llevan mas de 2000 años representándola. Ya sabemos el final y no nos la creemos, no nos gusta. Para su desgracia, no todos somos niños. 
DdA, XI/2852

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