Fernando de Silva
El 15 de noviembre de 2014 pasará a la historia por ser la fecha en la
que finalizó la asamblea más larga, democrática y transparente de la
historia de nuestro país. Durante 60 días, de una forma abierta, libre y
participativa, cientos de miles de ciudadanos han tenido la oportunidad
de establecer los principios programáticos y de organización interna de
Podemos, aportando, debatiendo y votando las propuestas presentadas. Y,
ahora, ha finalizado con el nombramiento de su primer secretario
general, en la persona de Pablo Iglesias, respaldado por un equipo muy
cohesionado y preparado para afrontar los cambios que precisa este país,
que ha sido elegido con un apoyo prácticamente unánime.
Hasta el 25 de mayo de 2014, fecha en la que, con apenas cuatro meses
de vida, consiguió cinco eurodiputados en las elecciones al parlamento
europeo, Podemos era una organización política marginal y despreciada
por muchos. Pero, desde entonces, los dirigentes de partidos
tradicionales de la casta, conscientes de su fuerza real, lejos de
combatirla con argumentos, han utilizado la calumnia y la injuria para
tratar de neutralizar su ascenso imparable, consiguiendo con ello el
efecto contrario. Los ciudadanos, cansados de tantas mentiras y engaños,
ya han dejado de creer en los de siempre.
A raíz de la reciente encuesta de Metroscopia para El País, que situó
a Podemos como primera fuerza política en intención de voto, y la
posterior del CIS, que colocó a la nueva formación en primer lugar en
voto directo, aunque misteriosamente la relegase a un tercer lugar en
estimación de voto, los dirigentes de los dos grandes partidos se han
puesto muy nerviosos y, apoyados por los medios de comunicación que los
secundan, se han dedicado a amplificar y multiplicar los insultos y las
descalificaciones contra el partido que encabeza Pablo Iglesias.
Populistas, comunistas, bolivarianos, defensores de la Cuba castrista o
de la Venezuela chavista, son algunas de las lindezas con las que ha
sido bombardeada Podemos en prensa, radio y televisión, sin darse cuenta
de que ya no calan en los ciudadanos, que ven como quienes las
pronuncian pertenecen o simpatizan con formaciones políticas muy poco
creíbles y con unos indecentes niveles de corrupción.
El bipartidismo ya es historia, y parece haber comenzado una nueva
forma de hacer política, que contribuirá al cambio de un sistema podrido
y caduco; porque los ciudadanos así lo han decidido, por mucho que se
empeñen en no reconocerlo los políticos de siempre. Los tiempos han
cambiado, y si tenemos en cuenta que para los menores de 51 años Podemos
es mayoritariamente su fuerza política preferida, a buen seguro Pablo
Iglesias puede convertirse a un año vista en el nuevo Presidente del
Gobierno.
A medida que pase el tiempo mayor será el nerviosismo, y más
proliferarán los ataques a Podemos y a sus dirigentes. No en vano el
clientelismo de los dos grandes partidos, que paulatinamente ha crecido
en los últimos 35 años, infunde el temor de la pérdida de los
privilegios de los que disfrutan los cientos de miles de ciudadanos que
viven y se alimentan del poder; y están dispuestos a defender su
posición con uñas y dientes. Por eso será preciso mantener la firmeza
del discurso de cambio profundo del sistema, sin entrar en las
provocaciones.
El Gobierno, mientras pueda, tratará de minimizar el efecto Podemos,
aunque con nulos resultados si mantiene el discurso actual. Por el
momento, para aparentar ser la primera fuerza política ya ha comenzado
cocinando a su gusto los resultados de la encuesta del CIS. Se dice que
lo importante no es el voto directo sino la estimación de voto, que se
obtiene en base al análisis de otros datos, entre los que destaca la
proyección de los resultados de las anteriores elecciones generales, que
tuvieron lugar en el 2011; sin querer percatarse de que a las mismas no
concurrió Podemos, por lo que nos encontramos ante una burda
manipulación.
En todo caso, a Podemos, más que las encuestas, le importan las
sensaciones que se transmiten en la calle, y esas son sumamente
favorables. Hasta el punto de que muchos tenemos el convencimiento de
que, las posibilidades de crecimiento del nuevo partido aumentan cada
día, al mismo ritmo que los partidos tradicionales, incapaces de
renovarse de verdad, sencillamente porque no saben, ven decrecer sus
expectativas de futuro. Los ciudadanos tendrán la última palabra, pero
las percepciones son muy positivas y auguran lo mejor.
Comienza un nuevo tiempo para Podemos y para nuestro país, en el que
la decencia se impondrá a la corrupción generalizada y las clases más
desfavorecidas pasarán a ocupar el puesto que por dignidad social les
corresponde. Muy pronto se verán los resultados.
DdA, XI/2846
No hay comentarios:
Publicar un comentario