jueves, 11 de septiembre de 2014

ESPAÑA NECESITA UNA DRÁSTICA CIRUGÍA POR PARTE DE LA GENTE DE BIEN


Jaime Richart

Puedo tolerar al rico, pese a que yo me he negado a serlo. Pero acerca del muy rico no tengo precisamente muy buena opinión.

 Las leyes fiscales del sistema capitalista están pensadas para evitar el enriquecimiento desmesurado de cualquier ciudadano, para evitar desigualdades ominosas. De modo que si alguien se ha enriquecido mucho, sobre todo si se ha enriquecido espectacularmente o en poco tiempo, estemos seguros de que las ha burlado miserablemente y además se le ha consentido más miserablemente todavía.

 Si del modelo político y económico no formasen parte sustancial la simulación, el engaño y la maquinación asimismo consentidos, por un lado, y si los paraísos fiscales no participasen de ese juego perverso, las crisis económicas que provocan un considerable sufrimiento y van dejando innumerables cadáveres por el camino, o no existirían o no llegarían a estos niveles de damnificación y depauperación.

 De esto, pues, se trata a la hora de abordar los cambios que precisa este país y en general el sistema capitalista cuyas lacras golpean y hacen especiales estragos en países como España. España, un país tan poco acostumbrado a respetar al Estado, tan propenso a la picaresca y, por el contrario, tan reacio a cultivar y a desarrollar la conciencia colectiva, la conciencia social. Un país donde la guerra civil cuyas huellas profundas todavía nos alcanzan y donde una dictadura de casi medio siglo ha dejado gravísimos resabios en los herederos de la gobernación. Un país que muestra una infinita paciencia ante tanto desmán, tanto saqueo, tanta desvergūenza y tanta desigualdad, y que por eso precisa de una drástica cirugía institucional; cirugía que sólo puede llevarse  a cargo del pueblo, de los intelectuales y de toda la gente de bien.

 Queremos pensar que esto último es lo que se proponen los movimientos ciudadanos y quienes los encabezan en su papel de guía, ajenos en principio a las aspiraciones lucrativas, ambiciosas y vanidosas que padecen los políticos de profesión. 


                                   DdA, XI/2787                               

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