lunes, 21 de abril de 2014

EL SILENCIO DE FIDEL CASTRO ANTE LA MUERTE DE GABO

 Félix Población

Lo que me ha parecido más noticioso, con motivo de la llorada muerte del gran escritor Gabriel García Márquez días atrás, no ha sido el que no pocos medios le reprocharan su larga amistad con Fidel Castro, sino que el anciano líder de la revolución cubana optara por lo que Eduardo Galeano manifestó tras conocer el óbito de su admirado colega colombiano: Hay dolores que se dicen callando. 

En el caso de Castro, sin embargo, me parece especialmente significativo su silencio, porque estoy convencido de que quien presidió la jefatura del Estado en Cuba durante tantos años, de encontrarse con la salud suficiente, no hubiera podido evitar una de aquellas reflexiones que la prensa cubana publicaba con cierta regularidad en los últimos años. De seguro que, de haber escrito ese artículo, habría tenido un substancioso interés

Dado que han pasado ya bastantes meses sin tener noticia de nuevos textos de Castro, salvo una referencia textual a la conversación que mantuvo con Hugo Chávez tras el golpe de Estado en Venezuela en 2002 y que ha sido publicada recientemente, es muy posible que Fidel no se encuentre con capacidad física e intelectual para glosar la tristeza y pesadumbre que le habrán embargado al saber el fallecimiento de uno de sus más queridos y admirados amigos. 

Hace tan sólo unos días, publicábamos en este mismo DdA un texto del líder cubano, fechado en 2008, en el que analizaba su amistad con Gabo y que bien pudiera servirnos para considerar los penosos efectos que sobre Fidel habrá tenido la muerte del escritor colombiano. Si a eso se añade la pérdida el año pasado de quien posiblemente fuera, con García Márquez, el segundo de los grandes amigos de Castro, Hugo Chávez, es muy probable que todo ello haya repercutido en su salud. Téngase en cuenta, además, que a primeros de este año y con motivo de la visita que le hizo el presidente de Uruguay José Mújica, éste ya nos habló de un Fidel bastante decaído, si bien todavía con su habitual lucidez en la charla. 

Termino con las últimas líneas del texto de Fidel Castro al que acabo de hacer referencia y que corresponden a su vez al extradordinario discurso de García Márquez cuando le fue entregado el Premio Nobel de Literatura en 1982, cabal expresión según su amigo del carácter y pensamiento del escritor:


“Un día como el de hoy, mi maestro William Faulkner dijo en este lugar: ‘Me niego a admitir el fin del hombre’” —afirmó.“No me sentiría digno de ocupar este sitio que fue suyo si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él se negaba a admitir hace 32 años es ahora nada más que una simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.”

Lamento mucho el silencio de Fidel tras la muerte de Gabo, que acaso nos adelante el de su próxima ausencia. Estoy convencido de que sus reflexiones sobre ese fallecimiento tendrían una brillante lucidez intelectual y una profunda calidez afectiva. También estoy convencido de que su silencio responde a uno de sus mayores dolores por la pérdida de un amigo, esos que se dicen callando. 

Puntos de Página

DISCURSO DE GARCÍA MÁRQUEZ EN ESTOCOLMO


DdA, X/2.678

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