domingo, 2 de septiembre de 2012

EL CONVENCIMIENTO EN CUATRO LETRAS O CÓMO SE ESTRUJA UN LIMÓN*



Adolfo Muñoz


Pongamos por caso que el trabajador (T) ara, abona, siembra, cuida, riega, protege, recoge y vende a diez céntimos el kilo. El consumidor (C) compra ese kilo a un euro con cincuenta. Z se ha llevado el euro con cuarenta de diferencia, que coloca en una cuenta en Suiza para no pagar los impuestos que agobiarán a T y a C. ¿Quién puede estar de acuerdo con este sistema? Solo Z, podríamos pensar.

Sin embargo, T y C votan a Z y su sistema. ¿Por qué? Bueno, la explicación tal vez esté en que, en realidad, Z no se ha llevado los ciento cuarenta céntimos íntegros a Suiza. Ha dejado al menos una pequeña parte que invierte en convencer a T y C. Ocurre de este modo: T y C entregan su tiempo libre a Z para que les divierta.

Pero Z lo aprovecha no solo para convencer a T de que la culpa de lo poco que gana es suya y de los moros, chinos y negros que trabajan por casi nada; sino a C de que compre más y más, incluso endeudándose (Z le presta el dinero, eso no es problema); y lo aprovecha también para convencer a ambos de que viven en el menos malo de los mundos posibles, y de que si no están conformes lo que tienen que hacer es ascender al puesto de Z, como hizo él.

Esta es la industria fundamental de nuestro tiempo: la industria del convencimiento. El convencimiento es como estrujar el limón para extraerle las últimas gotas de zumo cuando ya se ha extraído de él todo lo que daba por las buenas. El convencimiento estruja y estruja hasta sacar zumo de las pepitas y de la piel del limón.

Al servicio de Z se han puesto la radio, el cine y la televisión, el País y el Mundo, el libro de texto y el sermón del cura, el best-seller y el telediario, el concurso y el reality show, la canción del verano y el avistamiento de ovnis. Cómo ocurre esto, es algo que ni siquiera sabemos a ciencia cierta. El dinero que invierte Z en convencimiento no paga directamente la canción del verano ni los best-sellers, al menos no en su mayoría. Lo que hace es prender la mecha y asegurarse de que esa mecha pasa por donde tiene que pasar. Después, unos medios alimentan a otros, y todos se retroalimentan.

No se trata solo de que Z pague a M (los medios de comunicación) para convencer a T y C. Porque resulta que Z y M también se convencen en el proceso. Además, T y C terminan colaborando con M, extendiendo la misma ideología que solo beneficia a Z, y esa ideología termina convirtiéndose en ideología única. Al final Z ya no tendrá que pagar nada porque su ideología es lo único que seremos capaces de pensar.

*Duodécimo artículo de la serie El Instante: reflexiones sobre la crisis

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